Son casi las dos de la madrugada y me encuentro dentro de la casa de mi consuegro en donde hoy se realiza un evento. No puedo decir que es el más prendido que he visto, pero ha puesto en evidencia algo que ya venía sospechando hace tiempo: mi adolescencia se ha ido.
No sé en que segundo se llevó acabo la transición desde la etapa rebelde a mi juventud en plenitud, pero creo que llegó en un momento muy poco oportuno. Justo en el año en que comencé a celebrar el aún ser joven, el que aún se erigieran algunas espinillas en mi rostro y en donde toda responsabilidad se veía eludida justificadamente por una etapa en la que la pérdida del control es lo más común, todo se desmoronó sin dejar alguna advertencia que pudiera ayudar a evitar la pérdida.
Lo que me queda ahora es acatar lo ocurrido, no puede existir de mi parte una decisión mejor. Tomar esta madurez para algo positivo al final de la jornada puede ser lo que me dé réditos. La juventud también es un proceso largo, uno en donde la perspectiva de futuro deja de ser un simple espectador y pasa a ser paulatinamente la protagonista principal, - ¿o la antagonista?, aún no lo sé con certeza, prefiero que la experiencia me lleve a saber lo que esto puede deparar - y en donde aún queda mucho por pasar. Tres etapas de mi vida han pasado desde que tengo control sobre mis acciones aunque no independencia, ahora comienza esa independencia. Solo puedo esperar no verme sentado en 7 años más, en una cocina similar analizando que otro proceso se fue, el ser humano no debe tomar una actitud pasiva ante la vida, es hora de tomar la labor, el trabajo y la acción que Hannah Arendt profesó para mi beneficio, tengo que interiorizar el que el arrepentimiento es un huésped que nunca puede ser desalojado.
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